Primero los imaginamos, luego los vivimos y finalmente los recordamos. Y si tuviésemos que elegir entre uno de los tres viajes no estoy seguro de la elección, sobre todo si ésta conlleva la renuncia a los demás. La experiencia del viaje, la aventura, es sin dudarlo la parte emocional que va a perdurar en nuestro recuerdo; pero qué inmenso placer nos depara contemplar de nuevo en las fotografías los paisajes que con tanto asombro hemos disfrutado; y qué decir de ese viaje que soñamos antes de la partida, imaginando los lugares que descubriremos en nuestra epopeya hacia mundos desconocidos. El viaje no es únicamente una experiencia de exploración, es sobre todo un ejercicio intelectual en el que confluyen las emociones, el conocimiento y el descubrimiento de una luz diferente que debemos, tenemos que atrapar, para convertir nuestro viaje, en un relato visual que nunca podremos olvidar.
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